El Mastín Español

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Sin duda debiera ser el emblema de la cinofilia española, todo en ese moloso es colosal, su historia, su temperamento, su talla y el largo beneficio que la nación obtuvo del mismo durante los muchos siglos en que la trashumancia de merinas fue la principal industria económica del país.

Hasta 1981 no se produjo ninguna concentración notable de ejemplares de la raza. El 25 de abril de ese año se organiza la I Exposición Nacional Monográfica, organizada por la Asociación Nacional del Perro Mastín Español en la cacereña población de Trujillo, que contó con un total de 31 perros.

Representó el despegue de la raza, el descubrimiento para muchos de un tesoro que por habitual había pasado desapercibido. Y silenciosamente, sin ayudas oficiales, como había vivido siempre, el Mastín Español empezó a conquistar la voluntad de criadores fuera de nuestras fronteras, incluso desfiló triunfal por las calles de Nueva York celebrando el día de la Hispanidad.

El Mastín tiene un carácter tranquilo, pacífico en su vida cotidiana, pero extremadamente valiente ante un peligro natural, resultando especialmente valeroso en la oscuridad de la noche frente a su gran enemigo, el depredador de los rebaños hispanos por excelencia, el lobo.

Este carácter es consecuencia de la función a la que se le aplicó durante siglos, por ello su corpulencia no debe restarle vigor y potencia para enfrentarse en combate ni capacidad para perseguir a su enemigo.

Hoy el Mastín español ha pasado a ocupar labores de vigilancia en las casas ajardinadas de los cinturones urbanos, labor que cumple con dignidad aunque sin agresividad, siendo más un perro disuasorio por su corpulencia que un animal belicoso.