Seguro que aún te acuerdas de tu infancia, esa en la que cuando veías un animal siempre querías cogerlo y jugar con él. Normalmente los niños cogen de todo lo que se mueve ya sean hormigas, moscas, etc. y los meten en casa pensando que no pasa nada, que se pueden convertir en sus mascotas, aunque después descubren que no es así.
El caso es que uno de los animales que más les llaman la atención son los caracoles y muchos seguro que se acuerdan que, de pequeños, les gustaba salir a buscar caracoles para después tenerlos en casa como mascota.
Estos animales, a pesar de ser «babosos» no son tan malos como mascotas, un poco aburridos sí. Lo que más llama la atención de ellos es su caparazón que para los niños es la casa donde viven y que siempre llevan a cuestas.
Sin embargo, como mascotas son difíciles de tener debido a que se escapan muy fácilmente y pueden llegar a perderse en la habitación (encontrándolo en los lugares más inverosímiles). Y ni que decir tiene si encima compras caracoles para comértelos.