Tal como su nombre indica, el siamés viene de Siam (antiguo nombre de Tailandia). Se le menciona por primera vez en un manuscrito que data de 1350. El siamés era un regalo real, y el hecho de recibir uno, un raro honor. El primer estándar lo fijó Harrison Weir en 1889. Eran animales mucho más rechonchos que los siameses que conocemos en la actualidad, con el rostro más redondeado y la cola bastante gruesa, que podía ser acodada o en forma de gancho.
Se toleraban el estrabismo, la cola quebrada y los ojos verdes. Actualmente, el estándar de 1889 está completamente olvidado. La cabeza es pequeña y triangular, la nariz larga y las orejas separadas. La cola debe ser recta (la cola acodada se considera una tara transmisible); en cuanto al estrabismo
, que era uno de los elementos admitidos en el estándar antiguo, ha pasado a ser un defecto que conlleva la descalificación, pero sigue siendo difícil de corregir. Al nacer, el gatito siamés es blanco, y empieza a adquirir color hacia el quinto día. El pelo corto, de textura sedosa sin . apenas subpelo, requiere unos cuidados mínimos. El siamés posee carácter, ¡aunque no forzosamente malo! Es muy parlanchín: no maulla, sino que «habla». Su fidelidad es a toda prueba; es un gato de un solo dueño, pero también puede ser el animal de la familia. Adora a los niños, con quienes se comporta con extraordinaria dulzura.