Un gato no es un niño ni un perro. La particularidad única de los gatos es precisamente lo que hace de ellos criaturas tan adorables y únicas.
Pero ciertas peculiaridades suyas nos causan frustración y rabia. No entendemos por qué sigue haciendo lo que le entra en gana pese a que le digamos una y otra vez que no lo haga. No buscan afilarse las uñas en todo lo que les resulta indicado por qué son indisciplinados; tampoco se suben a lo más alto con el riesgo de tumbar desde arriba cosas valiosas porque se divierten en vernos furibundos.
Hacen estas cosas porque son gatos y nada más… así de sencillo. Lo que sí podemos hacer es acomodar nuestro entorno común de una manera que concilie las necesidades del gato con las nuestras.
