«Mi gato está alicaído, ¿puede ser un síntoma de inmunodeficiencia felina? ¿cómo saberlo y cómo tratarlo?». Esta preocupación entre los amantes de los pequeños felinos es muy común, y no es de extrañar, pues el virus de inmunodeficiencia felina, VIF o FIV afecta a nada más y a nada menos que al 11% de gatos domésticos de todo el mundo.
Se trata de un virus de la familia Retroviridae en la que podemos encontrar la leucemia felina y el espumavirus felino. Sin embargo, cuando hablamos del virus de inmunodeficiencia felina nos acercamos más al llamado virus de inmunodeficiencia humana (VIH) en el caso de los humanos, o también conocido como SIDA. Aún así, que tu gato porte este virus no quiere decir que lo desarrolle, por lo que puede vivir muchos años.
Desde 1986, cuando se descubrió esta infección, se han hecho muchas investigaciones sobre este virus, que en realidad no hace desarrollar una sintomatología destacable más allá de la bajada de defensas con pérdida de apetito y peso, deterioro del pelo e infecciones. Eso sí, algo muy importante es saber que no hay posible contagio a las personas, ya que se trata de un virus diferente al que afecta a éstas.
Las mejores recomendaciones que podemos daros para que vuestros gatos no se infecten son evitar que salgan a la calle y se junten con otros gatos, pues ellos pueden pasárselo mediante mordedura. Otro buen consejo es darle una alimentación saludable que mantenga sus defensas a pie de cañón ante posible contacto con el virus.
Y aunque existe una vacuna en EEUU, lo cierto es que no ha dado los resultados esperados y a Europa no ha llegado. Así que, realmente no existe solución o tratamiento para el virus de inmunodeficiencia felina.
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