La élite del mundo felino está formada por los gatos más atractivos, animales que alcanzan altísimas cotizaciones, con un pedigrí inmaculado en el que todos sus antepasados son campeones de belleza. Ellos constituyen la nobleza del mundo felino.
Un título de campeón se obtiene tras participar en una serie de concursos o exposiciones felinas, básicamente un concurso de belleza en el que compiten los gatos para obtener un premio que es un reconocimiento de su calidad racial. El título lo concede un juez especialista en la raza, tras comprobar que el animal cumple los requisitos que pide su estándar y que no tiene defectos graves ni leves que disminuyan el valor genérico del conjunto.
Hay defectos absolutos, que inhabilitan al gato como buen representante de una raza determinada y defectos leves o relativos, pequeñas imperfecciones que afean el conjunto pero no le inhabilitan. Los defectos pueden ser naturales o adquiridos. Son defectos adquiridos aquellos que surgen en el gato por un manejo inadecuado, por ejemplo, la falta de cuidados adecuados en las de manto largo. Estos defectos pueden superarse con el tiempo. Los defectos naturales nunca serán superados, y por ello son especialmente graves, pues se trata de faltas congénitas que van ligadas a la herencia y son transmisibles de padres a hijos.
También existen los denominados vicios de carácter. Cuando leemos un estándar comprobamos que uno de los apartados que contempla es el tipo de carácter ideal que debe tener el gato. Un gato muy agresivo u otro tímido, que con su mirada nos trasmita su cobardía, no pueden ser ejemplares pellos y llegar a campeones.
