Existen estudios en los que se demuestra que las parejas con animales domésticos discuten menos y sus enfrentamientos son menos duraderos en el tiempo si hay una mascota en común. Como se ha señalado en multitud de artículos respecto a los beneficios ligados a tener un perro o un gato, éstos son unos buenos lubricantes de las relaciones.
Si la pareja no tiene un problema de fondo insalvable, el can propicia las reconciliaciones si no ha sido capaz de evitar el desencuentro. Las actitudes más inflexibles se diluyen frente a la ternura y afectuosidad del animal de compañía y secundariamente beneficia al resto de convivientes.
En parejas que se consolidan es habitual tomar la decisión de adoptar una mascota en común como antesala de compromisos mayores. Un buen manejo de las responsabilidades adquiridas con el amigo animal sugiere una cierta idoneidad para plantearse la paternidad.
