¿No te suena esto? Pongámonos en antecedentes: una pareja que vive en una casa (ya sea un apartamento, piso, casa individual, lo que sea).
Tienen un perro y, por a o por b, la pareja acaba separada. ¿Quién se queda con el perro? Seguro que recuerdas haber visto en televisión o leído en revistas o periódicos cómo algunas personas han ido a juicio, no para saber quién se quedaba con la custodia de los niños, sino quién se quedaba con el perro.
A decir verdad esto que planteo no es algo tan descabellado y ocurre muchas veces. La solución al problema tampoco es sencilla porque el animal ha convivido con los dos y, se quede con quien se quede, echará de menos a la otra persona, eso es inevitable, como lo será que, si lo ve por la calle, se avalance hacía él o ella para llamar su atención porque está feliz de verlo.
En estos casos lo mejor es intentar que el perro no sufra demasiado. Normalmente el perro es de una persona (porque se le regala, porque lo mima más, por cualquier motivo) y no deberíamos pelear por él (aunque también es bueno que, teniendo en cuenta que a veces los perros parecen hijos, no prohibamos a la otra persona verlo).